El “desborde” de falcioni puede catalogarse como un “desborde” recién desde hoy. Hasta las primeras imágenes y declaraciones que dejó la práctica matutina de Boca todo era una gran bola de rumores, un acopio de comentarios “off the récord” que nadie se confiaba en asegurar. Los dedos incriminadores señalaban al histórico malo de la película: Juan Román Riquelme, a quien seguramente el técnico –como yo y muchos otros- también culpó por esa puta costumbre.
Los rumores se confirmaron y todo volvió a fojas cero: no había sido Román el que dio indicaciones tácticas contrarias a las del DT dentro del campo. El juego “por adentro” que había mostrado Cvitanich se lo había indicado Ervitti, quien, junto con algunos otros compañeros, frenaron los retos del entrenador para con su número 10. Las discusiones llegaron hasta el avión que trajo al plantel xeneize de regreso a casa, donde Julio César le presentó la renuncia al presidente Angelici.
La mañana de Casa Amarilla, más atestada de flashes y micrófonos que nunca, tuvo un pedido de disculpas. Fue Falcioni quien las ofreció a todo el grupo, dejando en claro su errónea apreciación. Minutos antes los medios mostraban el pensamiento de los hinchas. Era lapidario: apenas un 20% bancaba al ídolo mediocampista. Y tras el otro 80 caíamos muchos de nosotros, periodistas, hinchas o simples amantes del fútbol.
Tras el silencio que mostraron los jugadores al retirarse de la práctica, la historia se cerró como un “malentendido”. La historia oficial nos mostró una realidad diferente a la imaginada. A estas horas, con el predio xeneize azotado por el anochecer porteño, sólo queda lugar para las disculpas que más de uno debemos ofrecerle, al menos por esta vez, al “villano favorito”: Juan Román Riquelme.
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