Las dos caras de la pelota. |
“No debería jugarse” dijo Daniel Alberto Passarella. “Va a ser un desastre” declaró Matías Jesús Almeyda. Ambos tienen razón, como tantos otros particulares. Piensan que en este país, con estos ánimos, bajo estas circunstancias deportivas, el histórico River – Boca veraniego no tiene razón de ser. Será un riesgo innecesario, un problema evitable, un suceso que tranquilamente puede eludir el calendario.
“Hay que sacarle dramatismo al fútbol” opinó Daniel Angelici, y agregó que “hay un contrato firmado y por eso tenemos que jugarlo”. También tiene razón, ni más ni menos razón que los anteriores locutores. Confía en respetar sus responsabilidades como dirigente y en cumplir con las obligaciones pactadas. Supone que jugar el histórico Boca – River veraniego será “un partido más, con las banderas y las cargadas de siempre”.
Como en muchas ocasiones de la vida, todos tenemos la razón. Incluso yo, que pienso que no jugarlo sería la opción más facilista y cobarde a la hora de combatir la violencia en las canchas, y que jugarlo le serviría el plato en bandeja a los violentos en el restaurante de los uniformados incompetentes. Una vez más mi experiencia personal me lleva a terminar deseando “que sea lo que Dios quiera”.
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