jueves, 23 de junio de 2011

Colgando en sus manos

Cara a cara: "reproches" en primera persona.
La imagen de la "reacia" policía cordobesa negociando alambrado de por medio con los "inadaptados" de River me volvió a traer ese pensamiento que desde hace muchos años llevo conmigo. Y esta idea es tan triste y lamentable como cierta e innegable: nuestro fútbol depende pura y exclusivamente del antojo de los violentos.

Quiero decir que no hay comité de seguridad, dirigentes, policía, ni nada en este país que impida -o tan sólo prevenga- la violencia en las canchas. La voluntad de estos tipos -que son el fruto de los mismos protagonistas que acabo de describir- es la que manda a la hora de jugar o no un partido, de pausar o suspender un encuentro, de cambiar o no el rumbo de un juego.

Lo aprendí en persona, viéndolo con mis propios ojos, cuando en el año 2003 la barra de Boca cruzó toda La Bombonera en busca de sus pares de Chacarita, para librar combate arriba de nuestras cabezas. El hecho no terminó en una desgracia porque alguno de estos gritó basta, luego de hacer de los accesos del estadio un lugar tan accesible como su propia casa.

Anoche sucedió lo mismo: alguien dio la orden para que estos delincuentes entraran al campo y luego decidió calmar los ánimos, ya sin banderas ni "aliento oficial". Ya suena irrelevante el imaginar las consecuencias de esta invasión en el resultado final del partido. Sólo importa el concepto ilegal que ya nos acostumbramos a ver como usual. Así, estamos en sus manos, resignados a sus voluntades.

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