Así quedó el Ford de Falaschi tras el brutal choque. |
Y es aquí donde no debemos caer, en lo que yo mismo acabo de escribir renglones arriba, en decir que "fue una muerte más". Detractores y no tanto de estos deportes de alto riesgo suelen acudir al mismo consuelo tras estos lamentables casos: "murió en la suya" opinan, "lo mató la velocidad" justifican, "son locos" acusan. Lo cierto es que, habiendo al menos un solo elemento para cuestionar, no se puede acusar sólo al cruel destino del deportista.
Las causas de las muertes son las de siempre: las malas condiciones de las cintas asfálticas, el pésimo mantenimiento de las banquinas -que suelen rebalsar de tierra-, los terrenos inhóspitos donde suelen instalarse autódromos, la inconsciencia de los pilotos que nunca sacan el pie del acelerador, los que no respetan las señales de los banderilleros, los directivos que no suspenden una carrera a tiempo...
Todo esto no dejará de existir hasta el momento en que entendamos que si pudo evitarse deja de ser un simple accidente. Cuando dejemos de utilizar el sentido común para justificar una tragedia y lo apliquemos en encontrar las falencias del sistema para evitar que esta suceda. El día en que sólo el destino y Dios, sin ninguna ayuda y negligencia humana, decida que ha llegado la hora de llevarse consigo a un piloto.
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