Nació como otras tantas creaciones: con un proyecto original, con una finalidad. Nació para un público cautivo, y contra un enemigo puntual. No tuvo infancia, nació grande. Tan grande que en tan poco tiempo ya parece gigante, a tal punto que no se lo llama más por su nombre.
Nació como ningún mito: se lo construyó al revés, de modo inverso, desde el olimpo al pueblo. Se lo creó, se lo moldeó y se lo impuso, como tantos DNU. Se lo instaló en calles, torneos, aeropuertos, monumentos y hasta en los ojos de nuestros jubilados que hoy cobran sus aumentos.
Como en una pobre novela de ciencia ficción, el muerto nació. Hoy, esta sería la tapa de mi diario.
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