Cansa en el grado que uno le otorgue importancia. Yo lo tomo como de quien viene, pero igual me cansa. Todo es subjetivo, como la vida misma, pero a la vez todo termina también siendo sucio. Las opiniones, las palabras, los hechos, las omisiones, las ideas, las mañanas, las tardes y las noches. Todo se ensucia con la sospecha, con la incredulidad.
Suele escucharse que es más fácil creer en teorías conspirativas que en grandes verdades. El tiempo y la experiencia –tomados como separado- me confirmaron este dicho, y hoy lo veo reflejado en todo. Saffaroni tiene departamentos que funcionan como prostíbulos pero es víctima de una movida desestabilizadora. Los jubilados recibieron un nuevo aumento histórico pero es sólo una accionar pre eleccionario para recaudar votos.
Cuando digo “todo”, es “todo”. Tanto que hasta el concurso de Susana Giménez cayó también en la bolsa cuando antes de ayer una veterana pareja ganó el millón de pesos con una eficacia sorprendente. Minutos después, y enmarcados en esta regla, se corrió la bola que Telefé generó este acontecimiento porque tras "la Su" estrenaba una nueva novela. Horas después, y para aumentar la bola de desconfianza, se lanzó que los ganadores del millón son empleados de Aníbal Fernández, Jefe de Gabinete de este Gobierno.
En fin, en sólo un día de semana se tejieron cantidad de dudas al servicio de la ley conspirativa, en medio de un sencillo concurso televisivo. Esta ley que trae de nuevo a mi cabeza la letra de Andrés Calamaro que reza “no se puede confiar en nadie más”. Así todo se vuelve a ensuciar, a manchar, a degenerar, por esta puta costumbre de mirar el “quien” antes del “que”, influenciada por la basta experiencia que sufrimos por estas tierras.
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