El niño aprendió rápido |
Por un lado se desarrolló una verdadera batalla campal entre los planteles de Argentinos Juniors y del Fluminense, tras la victoria de los brasileros y la consiguiente eliminación del local. No voy a describir las imágenes ni las escenas, para eso alcanzan y sobran los videos que giran en los medios. Sin embargo me cuesta llegar a entender cómo se puede alcanzar tal nivel de violencia desde sus lugares, pese a que uno sabe que en la cancha “las pulsaciones van a mil” como se suele decir en la jerga.
Pero si esto me costaba entender, mucho más difícil me resulta comprender los bochornosos actos que se desarrollaron ayer en la Bombonera, a puertas cerradas, en la reanudación del partido entre Vélez y San Lorenzo, suspendido tras la muerte de un hincha. Las agresiones físicas desatadas entre los dirigentes de ambos clubes desde una noche antes del encuentro, y los insultos y escupitajos lanzados entre los periodistas partidarios en los palcos de prensa aportaron la conocida cuota de “sinsentido” que suele acompañar a nuestro bello fútbol.
No me gusta ser redundante, pero una vez más se pudo ver cómo las decisiones facilistas no terminan facilitando nada. Cómo un partido sin hinchas puede volverse violento tranquilamente –valga el juego de palabras-, como ya sucedió en más de una ocasión, donde la violencia fluyó desde adentro del campo hacia afuera. Y si los que deberían mantener la cordura y dar algún ejemplo se pelean, nos terminarán devorando los de afuera. Razonando como suelen hacerlo nuestros mandatarios, quizás deberíamos ampliar el margen para achicar la violencia y proponer jugar sin periodistas… o sin dirigentes… o más bien sin jugadores… ¿?
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