Hay quienes nacen con uno, desde los primeros pasos, siempre a nuestro lado, casi invisibles, hasta superar en ocasiones el obligado lazo familiar.
Algunos aparecen una mañana como compañeros de banco de la escuela primaria y no se mueven nunca más de nuestra diestra.
Muchos otros llegan con los aires del secundario para asentar el duro trance de una época rara y maravillosa.
Otros como compañeros de facultad para mostrarnos otras aristas de esta vida que creemos llevamos segura en un bolsillo.
Algunos disfrazados de compañeros de trabajo, educándonos en el arduo día a día.
También están los que llegan como enviados para enderezarnos el camino en el tiempo y espacio indicado -aunque muchos descrean de estas cosas-.
Y tantos otros que llegan y seguirá llegando de la mano de otros y de otros, armando una hermosa y mágica tela araña de momentos, eso que también llaman vida.
Con todos me pasa lo mismo: tengo la seguridad que, pase lo que pase, ellos estarán cuando los necesite.
Desde el recuerdo de viejas anécdotas para alegrar mis rutinarios días, y también desde el tiempo del silencio para callar, escuchar o confesar las cosas que nos suceden y agobian.
A ellos, diseñadores de esto que hace de redactor, gracias y muy feliz día!
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